clase muy especial. Fui a ella con una chica llamada Norma,
que en ese entonces era mi novia, y puedo asegurar que la
lección que aprendimos ese día impacto muchísimo mi
vida.
No recuerdo mucho del tema de la clase, pero lo que si
recuerdo con mucha frecuencia es la dinámica que se
realizo en ella. Para empezar, nos sentamos todos en
círculo, y entre bromas, nos pidieron a Norma y a mí que
nos sentáramos juntos.
La persona que daba la clase dijo entonces 'Supongamos
que Juan Pablo y Norma se acaban de casar'. Ambos nos
miramos con los ojos muy abiertos y tragamos saliva.
La instructora continúa sin prestar mucha atención a
nuestro desconcierto: 'Ellos han construido su hogar,
establecido sus normas, y comienzan a ser muy felices.
Con el tiempo viene el primer hijo'. Llamaron a uno de
los jóvenes y le pidieron que se sentara entre nosotros.
'Norma y Juan Pablo le dan la bienvenida a su hogar y
le tratan con mucha ternura y cariño. Pero, como suelen
ser las cosas, tienen entonces a otro hijo'.
Pidieron a otro de los jóvenes que se sentara al lado de
su 'hermano', entre nosotros. 'La familia va
creciendo, y tienen buenas normas.
Los chicos se tratan con mucho cariño y los papás vigilan
que no haya riñas entre ellos. Son muy buenos padres y
literalmente dedican su vida a ellos'.
Norma y yo nos vimos en esa ocasión muy productivos,
porque tuvimos unos tres o cuatro hijos más. En cada
ocasión pidieron a alguno de los jóvenes o jovencitas que
se sentaran en medio de nosotros para darles la bienvenida.
'El tiempo pasa', continúa la instructora, ' y
llega el día en que los hijos hacen su propia vida.
Primero, Julio se casa y forma su propio hogar. 'Dejara
el hombre a su padre y a su madre'. Vamos, déjalos,
Julio, ahí deja tu silla'. Julio, nuestro primer
'hijo', se levanta y ocupa su nuevo
lugar.'También Martita y Linda encuentran buenos
partidos y se casan'. Las chicas se levantaron y
dejaron su lugar. Así cada uno de nuestros hijos se fue
'casando' y dejando sus sillas vacías.
Cuando todos hubieron terminado de irse, la instructora
hizo una pausa y luego dijo: 'Ahora miren la distancia
que existe entre ellos'. Y callé nuevamente.
Efectivamente, había entre nosotros una distancia enorme
de sillas vacías. A mi me pareció kilométrica. Me hice
muchas preguntas entonces. ¿Que pudo haber causado ese
hueco enorme? Como si leyera mi mente, la instructora
respondió entonces algunas de las preguntas que me hacía.
'Juan Pablo y Norma han cometido un gran error, porque
han permitido que sus hijos se interpongan entre ellos; y
ahora que están de nuevo solos, si acaso, tendrán que
empezar desde el principio'.
¿Que habíamos hecho mal?
¿Acaso no nos habíamos dedicado con fervor a nuestros
hijos?
¿O era ese el centro mismo de la construcción de una
familia?
La instructora nos explicó el error de darlo todo por
nuestros hijos. Explicó Que la base del fundamento del
hogar no son los hijos, sino la pareja y que esta debe
permanecer unida contra viento y marea.
De hecho, el mejor regalo que se puede dar a nuestros hijos
es el hecho de saber que sus padres se aman y que permanecen
unidos y ellos aprenden a amar en función de cómo aprenden
que se aman sus padres.
Si los padres no salen juntos, no se siguen cortejando con
frecuencia, no se hablan con 'tiernos acentos' y no
se comunican entre ellos de manera frecuente y especial, es
escasa la probabilidad de tener hijos espiritual y
emocionalmente estables y, cuando ellos partan de casa, nos
encontraremos incomunicados y encontraremos a nuestra pareja
a una enorme distancia, sin saber del todo como recuperar lo
que nuestro propio descuido ha dejado que se pierda con los
años.
Y no es egoísmo; por el contrario, es un seguro de vida
para ellos y para nosotros mismos; para garantizar la vida
eterna. Primero la pareja. Son los hijos los que deberán
acomodarse. La vida familiar tendrá que girar no en torno
a ellos, sino en torno de los padres.
Los padres deben recordar que una relación de verdadero
amor con su pareja es el mejor regalo que puede darles, y
su principal prioridad, y su mayor herencia, y la forma de
enseñarles a sus hijos a amar y de garantizar así su
verdadera felicidad, temporal y eterna.
Ellos se escogieron primero, ellos dan la bienvenida como
invitados a los hijos. Estoy aplicando esto con mi novia
actual. Mi única novia, gloriosa, infinita y eterna.
Mis hijos saben que tendrán una plática conmigo si faltan
el respeto a su madre. Y mi esposa, mi novia, les recuerda
que necesitamos espacios para platicar y estar juntos en
ocasiones.
Encuentro que es mas fácil darlo todo por los hijos de
esta forma, si uno sabe que el amor por la pareja está
creciendo. Es la fuente de donde uno puede extraer todas
las fuerzas.
LOS FRUTOS NO SE ALIMENTAN, SE ALIMENTA EL ARBOL. UN ARBOL
FUERTE Y SANO DA FRUTOS BUENOS Y SANOS
¡Excelente relato!
ResponderEliminarLa visión normal de lo que debe ser una familia lo reflejan las mismas fotos del blog, donde los padres tienen a los hijos al centro (entre los dos y separándolos) como protegiéndolos, pero la nota expresa muy bien la urgente necesidad de no solo ser padres o buenos padres y todo el tiempo, dejando de lado el seguir siendo novios, esposos, amigos y compañeros de nuestra pareja, que finalmente nos llevan a ser mejores padres.
Gracias por el relato!