" Los matrimonios con éxito no son aquellos que no tienen problemas, sino los que los solucionan." ANIBAL CUEVAS

martes, 31 de marzo de 2009

CONFLICTOS EN EL MATRIMONIO

TEXTO AYUDA CASO 2: Cuando en la vida conyugal las discusiones, peleas y conflictos son más que recurrentes y los intentos de la pareja por solucionarlos no han dado frutos, es recomendable consultar a un tercero. Su adecuada elección es clave para que el proceso concluya con éxito.

Existe un nivel de conflictos que es normal dentro de todo matrimonio, pero podría hablarse de ciertas alertas o luces amarillas a las que hay que estar atento porque podrían ser el preámbulo de una posible crisis conyugal.

1. La falta de diálogo y de disposición a escucharse entre marido y mujer. “El que no haya tiempo ni espacio para conversar con el otro en lo cotidiano puede esconder simple agotamiento, distancia afectiva, más interés en lo que pasa afuera que adentro, entre otras cosas”, explica Mariarita Bertuzzi, psicóloga clínica y psicoterapeuta familiar y de pareja.

2. La reiteración de las peleas cotidianas. “Cuando se pelea en forma permanente por cosas que parecen no tener importancia, hay que poner ojo, porque aunque sean detalles pueden hacer la vida muy desagradable y producir una escala de conflictos. Además, la vida se hace de detalles”, asegura Claudia Tarud, abogada y directora del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de los Andes.

3. Cuando la vida conyugal se deja estar en la rutina, cuando se dan besos de memoria o se pregunta “¿cómo te fue?” sólo por cumplir.
Mariarita Bertuzzi afirma que en sí misma la rutina es buena, ya que “hay un modo de vivirla que la hace distinta cada día. Llevar los niños al colegio y escuchar lo que conversan puede hacer que cada viaje sea diferente. Si marido y mujer se encuentran en la noche para comer, si se miran y escuchan con interés, cada comida puede ser diferente. El problema es cuando no se pone atención al otro y se da por hecho que se le conoce”.

4. Cuando los cónyuges dicen que ellos viven 100% para sus hijos. Según Mariarita esto es muy preocupante, porque implica descuidar la relación de pareja y empezar a mirar al otro sólo como padre o madre. “Es importante que haya un espacio mental y físico para los cónyuges. Esto no significa descuidar a los hijos, ya que si la pareja está bien, los niños estarán bien”.

5. Cuando él o ella no quieren llegar a la casa. Hay que estar alerta cuando comienzan a quedarse hasta más tarde en la oficina sin necesidad o cuando se llenan de actividades individuales el fin de semana. El problema es cuando el fútbol o el mall se transforman en algo más importante que la vida conyugal.

El primer paso
Cuando uno o ambos cónyuges han detectado que en su matrimonio hay alguna de estas luces amarillas, lo primero es conversarlo en pareja y tratar de resolverlo juntos. Mariarita asegura que la mejor manera de empezar el diálogo es explicarle al otro cómo me siento y no tomar una posición de ataque.
“Por ejemplo, si la mujer tiene una queja puede decirle a su marido ‘sé que estás con mucho trabajo, me gustaría saber cómo te sientes, pero yo me siento sola y necesito que busquemos un espacio para encontrarnos los dos’. Esto es mucho más efectivo que decirle ‘siempre llegas tarde, nunca te preocupas por mí’”, afirma la psicóloga. Y agrega que es clave conversarlo a solas, en un momento oportuno, no cuando él esté viendo fútbol o ella acostando a los niños.
Los frutos de esta conversación pueden tardar, la acogida del otro puede demorar meses, pero lo importante es darse tiempo, tener paciencia, crear instancias para dialogar y no pretender solucionar los problemas de un día para otro. Sin embargo, si los conflictos se mantienen después de un tiempo prudente en que realmente se ha intentado arreglar las cosas, es recomendable recurrir a un tercero.

La persona idónea
La clave para el éxito de este proceso está en la elección de ese tercero. Aquí es fundamental que marido y mujer tengan rectitud de intención y sean sinceros con el otro y consigo mismos respecto a lo que buscan al pedir ayuda (espiritual, psicológica o legal), ya que es muy fácil encontrar a una persona que diga lo que uno quiere escuchar. Si el objetivo es salvar la relación conyugal, lo más prudente será acercarse a alguien que tenga una vida sólida, que valore la familia, que crea que el matrimonio es indisoluble y viva la fidelidad coherentemente.
Mariarita Bertuzzi enfatiza en la importancia que tiene esta elección, ya que “he conocido a personas que salen de la psicoterapia individual entendiendo que la solución a sus problemas es la separación, ya que su matrimonio era justamente lo que las dañaba”.
Y explica que el rol del terapeuta es mostrarle al cónyuge las consecuencias y lo que implica su eventual decisión, pero nunca entregarle soluciones o decirle lo que tiene que hacer. También es tarea del terapeuta hacerle ver al paciente inclinaciones que muchas veces son inconscientes, por ejemplo, creer que se quiere pedir ayuda, pero en la práctica hacer justamente lo contrario.

Añade que en una terapia de pareja lo óptimo es que ambos cónyuges estén dispuestos a colaborar, pero si no ocurre así, igual hay que procurar que el terapeuta conozca las dos partes para tener una visión más completa de la realidad.
“Hay
personas que se quedan estancadas en un mal período de la relación y todo lo miran con anteojos oscuros. Tienen una visión sesgada y pesimista y no son capaces de ver nada bueno en el otro. Por esto es clave tener la versión de la contraparte”, afirma.
Otro camino a seguir es la mediación. Claudia Tarud explica que ésta ayuda a resolver conflictos concretos en base a la comunicación y logro de acuerdos de los mismos involucrados. Cuenta con la historia de cada uno, pero no entra a analizar ni a solucionar temas pendientes del pasado, ni tampoco indaga en los aspectos psicológicos de ambos.
“La mediación no aconseja ni propone, sino que devuelve el protagonismo de la vida a cada uno de los involucrados, procurando que ellos mismos lleguen a un acuerdo. Esto implica abrir canales de comunicación, contar con la colaboración de ambas partes y tener la certeza de que cada uno es dueño de su propia vida. La mediación se sustenta en la libertad y autonomía de las partes, y considera que las crisis son una oportunidad. Los cónyuges aprenden una nueva forma de relacionarse”, explica.

“Pon amor donde no hay amor, y sacarás amor”. San Juan de la Cruz.

¿CRISIS U OPORTUNIDAD?
- Claudia Tarud, abogada y directora del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de los Andes, afirma que en todas las etapas del matrimonio es normal tener conflictos, pero que cuando éstos se acentúan o se hacen cotidianos hay que estar atentos.

- A su juicio, las crisis siempre se pueden ver como una oportunidad. “Un conflicto puede mirarse como el fin de un asunto o como una oportunidad para detonar un cambio positivo. Permite mirarse a uno mismo, replantearse las cosas, crecer y mejorar como persona”, afirma Claudia.

- Y agrega que esta oportunidad es para ambos como matrimonio, pero sobre todo para quien detecta que hay un problema, porque cada persona es dueña de ella misma -no del otro- y la única conducta que se puede cambiar definitivamente y que depende de uno mismo, es la propia. “Yo no tengo en mis manos las acciones, pensamientos y afectos del otro. Mi cambio de actitud necesariamente va a tener una repercusión positiva en mi cónyuge. En cambio, si cifro la mejora del matrimonio en que el otro cambie, puedo morir esperando”, asegura.

jueves, 19 de marzo de 2009

CASO 1: "ES UNA SENSACION EXTRAÑA"

Para poder leer mejor la ficha del caso haga doble click sobre la ficha

martes, 17 de marzo de 2009

introducción a la Asamblea del CASO 1

El matrimonio Nieto Serrate nos pide que para introducir la asamblea sobre el caso 1 todos los participantes deberán leer antes esta experiencia.

LA PAREJA EN LA FAMILIA Hace algunos años, cuando todavía era soltero, tuve una
clase muy especial. Fui a ella con una chica llamada Norma,
que en ese entonces era mi novia, y puedo asegurar que la
lección que aprendimos ese día impacto muchísimo mi
vida.
No recuerdo mucho del tema de la clase, pero lo que si
recuerdo con mucha frecuencia es la dinámica que se
realizo en ella. Para empezar, nos sentamos todos en
círculo, y entre bromas, nos pidieron a Norma y a mí que
nos sentáramos juntos.

La persona que daba la clase dijo entonces 'Supongamos
que Juan Pablo y Norma se acaban de casar'. Ambos nos
miramos con los ojos muy abiertos y tragamos saliva.
La instructora continúa sin prestar mucha atención a
nuestro desconcierto: 'Ellos han construido su hogar,
establecido sus normas, y comienzan a ser muy felices.

Con el tiempo viene el primer hijo'. Llamaron a uno de
los jóvenes y le pidieron que se sentara entre nosotros.
'Norma y Juan Pablo le dan la bienvenida a su hogar y
le tratan con mucha ternura y cariño. Pero, como suelen
ser las cosas, tienen entonces a otro hijo'.

Pidieron a otro de los jóvenes que se sentara al lado de
su 'hermano', entre nosotros. 'La familia va
creciendo, y tienen buenas normas.
Los chicos se tratan con mucho cariño y los papás vigilan
que no haya riñas entre ellos. Son muy buenos padres y
literalmente dedican su vida a ellos'.

Norma y yo nos vimos en esa ocasión muy productivos,
porque tuvimos unos tres o cuatro hijos más. En cada
ocasión pidieron a alguno de los jóvenes o jovencitas que
se sentaran en medio de nosotros para darles la bienvenida.

'El tiempo pasa', continúa la instructora, ' y
llega el día en que los hijos hacen su propia vida.
Primero, Julio se casa y forma su propio hogar. 'Dejara
el hombre a su padre y a su madre'. Vamos, déjalos,
Julio, ahí deja tu silla'. Julio, nuestro primer
'hijo', se levanta y ocupa su nuevo
lugar.'También Martita y Linda encuentran buenos
partidos y se casan'. Las chicas se levantaron y
dejaron su lugar. Así cada uno de nuestros hijos se fue
'casando' y dejando sus sillas vacías.

Cuando todos hubieron terminado de irse, la instructora
hizo una pausa y luego dijo: 'Ahora miren la distancia
que existe entre ellos'. Y callé nuevamente.
Efectivamente, había entre nosotros una distancia enorme
de sillas vacías. A mi me pareció kilométrica. Me hice
muchas preguntas entonces. ¿Que pudo haber causado ese
hueco enorme? Como si leyera mi mente, la instructora
respondió entonces algunas de las preguntas que me hacía.
'Juan Pablo y Norma han cometido un gran error, porque
han permitido que sus hijos se interpongan entre ellos; y
ahora que están de nuevo solos, si acaso, tendrán que
empezar desde el principio'.

¿Que habíamos hecho mal?
¿Acaso no nos habíamos dedicado con fervor a nuestros
hijos?
¿O era ese el centro mismo de la construcción de una
familia?

La instructora nos explicó el error de darlo todo por
nuestros hijos. Explicó Que la base del fundamento del
hogar no son los hijos, sino la pareja y que esta debe
permanecer unida contra viento y marea.

De hecho, el mejor regalo que se puede dar a nuestros hijos
es el hecho de saber que sus padres se aman y que permanecen
unidos y ellos aprenden a amar en función de cómo aprenden
que se aman sus padres.

Si los padres no salen juntos, no se siguen cortejando con
frecuencia, no se hablan con 'tiernos acentos' y no
se comunican entre ellos de manera frecuente y especial, es
escasa la probabilidad de tener hijos espiritual y
emocionalmente estables y, cuando ellos partan de casa, nos
encontraremos incomunicados y encontraremos a nuestra pareja
a una enorme distancia, sin saber del todo como recuperar lo
que nuestro propio descuido ha dejado que se pierda con los
años.

Y no es egoísmo; por el contrario, es un seguro de vida
para ellos y para nosotros mismos; para garantizar la vida
eterna. Primero la pareja. Son los hijos los que deberán
acomodarse. La vida familiar tendrá que girar no en torno
a ellos, sino en torno de los padres.

Los padres deben recordar que una relación de verdadero
amor con su pareja es el mejor regalo que puede darles, y
su principal prioridad, y su mayor herencia, y la forma de
enseñarles a sus hijos a amar y de garantizar así su
verdadera felicidad, temporal y eterna.

Ellos se escogieron primero, ellos dan la bienvenida como
invitados a los hijos. Estoy aplicando esto con mi novia
actual. Mi única novia, gloriosa, infinita y eterna.
Mis hijos saben que tendrán una plática conmigo si faltan
el respeto a su madre. Y mi esposa, mi novia, les recuerda
que necesitamos espacios para platicar y estar juntos en
ocasiones.

Encuentro que es mas fácil darlo todo por los hijos de
esta forma, si uno sabe que el amor por la pareja está
creciendo. Es la fuente de donde uno puede extraer todas
las fuerzas.

LOS FRUTOS NO SE ALIMENTAN, SE ALIMENTA EL ARBOL. UN ARBOL
FUERTE Y SANO DA FRUTOS BUENOS Y SANOS

lunes, 16 de marzo de 2009

"Construir y cultivar la fidelidad matrimonial"

Nos ha llegado el documento: "Construir y cultivar la fidelidad matrimonial" Se trata de un documento visto desde la fe y tambièn con mucho sentido comùn elaborado por la catedra de Familia de la Universidad de Navarra donde se ven muchos de los temas que hemos discutido en este primer caso.
Os dejamos acà unos pàrrafos para abrir boca, quienes quieran el documento completo lo pueden solicitarlo a Marcia:

Por eso el cuidado por vivir la fidelidad matrimonial se resume, en última instancia, en poner por obra, sin desfallecimiento, dos decisiones que parecen fundamentales: a) quitar lo que estorba o impide ese compromiso; y b) poner los medios para mantener viva la decisión primera. (es decir, renovarla o hacerla nueva cada día).
2.1. Los peligros que hay que evitar
Acechan a la fidelidad matrimonial una serie de peligros o amenazas que es necesario desenmascarar y combatir sin desfallecer. Como consecuencia del desorden causado por el pecado de ―los orígenes, esos riesgos acompañan constantemente el existir del ser humano sobre la tierra, con manifestaciones muy particulares en la relación del hombre y la mujer en el matrimonio.
Cabe recordar, entre otros peligros contra la fidelidad conyugal: una idea equivocada del amor matrimonial; el afán de dominio en la mutua relación; la falta de lucha por superar las dificultades; la imprudencia en las relaciones sociales y laborales; etc.
— Una idea equivocada del amor matrimonial:
Con mucha frecuencia el amor se identifica con el sentimiento; y el amor matrimonial con la atracción. El amor verdadero, en cambio, no es un mero sentimiento poderoso, es una decisión, una promesa: su sello de autenticidad es la donación, entrega. El sentimiento, por su propia naturaleza, es efímero: comienza y desaparece con facilidad. Perder esto de vista o no haberlo comprendido origina muchos problemas matrimoniales, cuando la atracción y el sentimiento van quedándose atrás. Por eso, hay que evitar idealizar a la otra persona como si ya fuese perfecta o una santa, como si fuera imposible que tuviera defectos.
—El afán de dominio en la mutua relación:
El primero y principal enemigo de la felicidad conyugal es la soberbia, una de cuyas manifestaciones es el afán de dominar a los demás, en este caso al propio cónyuge.
Se puede llevar a cabo de muchas y variadas formas: no escuchando, intentando imponer el propio parecer en asuntos opinables, procediendo con hechos consumados en la administración de las cuestiones que son comunes a los dos, etc. Se puede y se debe implicar al cónyuge, por ejemplo, en las tareas del hogar. Pero se deberá estar atentos para no caer en victimismos (con quejas continuas que hacen poco atractivas la relación común y la vida del hogar) o en actitudes reivindicativas (que pueden responder a verdaderos derechos), pero que se compaginan difícilmente con el amor.
No sería razonable la actitud de la mujer, que se tradujera en presentar al marido hechos consumados como la decoración de la casa, compras u otros aspectos, con la excusa de que se carece de la sensibilidad o del gusto necesario para que se le tenga en cuenta. Tampoco lo sería el proceder del marido que reclamara para sí una posición de dominio absoluto, manifestada, por ejemplo, en que hubiera que pedirle permiso para todo –sin que él lo pida a nadie--, en que hubiera que rendirle cuentas de todo sin que él tuviera que rendir a nadie, o en tomar a su mujer simplemente como una instancia de consulta reservándose siempre para sí la decisión y sin tener que dar razón de ella.
—La falta de lucha por superar las dificultades.
Vivimos en una sociedad cómoda en la que es dominante la mentalidad que lleva a huir de los problemas, en vez de afrontarlos y resolverlos. Lo que se pide a la vida es que todo salga sin esfuerzo. Es evidente, sin embargo, que la realidad no es esa, según la experiencia demuestra claramente.
El verdadero amor se manifiesta no tanto en encontrar una especie de sintonía perpetua lograda sin esfuerzo, como en una lucha por superar los obstáculos que se interpongan para conseguir la concordia y aumentar más la unión. ―Tendría un pobre concepto del matrimonio y del cariño humano quien pensara que, al tropezar con esas dificultades, el amor y el contento se acaban. Precisamente entonces, cuando los sentimientos que animaban a aquellas criaturas revelan su verdadera naturaleza, la donación y la ternura se arraigan y se manifiestan como un afecto auténtico y hondo, más poderoso que la muerte
En los matrimonios esa falta de lucha por superar las dificultades en sus mutuas relaciones se manifiesta no sólo en las desavenencias y rupturas matrimoniales, sino en el distanciamiento y falta de comunicación aunque se mantenga la convivencia. Y sobre todo, en las discusiones y disputas. Es necesario hacer un esfuerzo por evitarlas, lo que pone en juego una multiplicidad de virtudes: la fortaleza –dentro de ella, sobre todo la paciencia--, la humildad, etc. Es así como se conseguirá muchas veces evitar esas disputas.

-La imprudencia en las relaciones sociales y laborales.
Se dan también circunstancias que pueden poner en peligro la felicidad matrimonial. El ambiente laboral y social facilita en ocasiones un tipo de relaciones que pueden resultar a veces agresivas para la fidelidad matrimonial (se comparten muchas cosas, frecuentes viajes, comidas de trabajo, etc. que pueden llevar a un excesivo compañerismo, camaradería, provocaciones…). Es necesario ser prudentes y poner los medios oportunos: la guarda del corazón, evitar hacer o recibir confidencias… y sobre todo fomentar el trato y el diálogo con el propio cónyuge (buscar tiempo, planes familiares, etc.).

El DOCUMENTO COMPLETO "Construir y cultivar la fidelidad matrimonial" TIENE 13 PÁGINAS Y LO PUEDE SOLICITAR :
formandofamilias@gmail.com

TEXTOS de APOYO CASO 1

Seguramente esta nota aparecida en la revista HACER Familia puede ser muy interesante para complementar el caso que están debatiendo. Para poderlo leer hacer doble click sobre la imagen.